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Curso «Marxismo: Pasado y presente» (Sesión 3ª y 4ª / I) | |
Francisco Erice «LA TEORÍA DE LA HISTORIA: EL MATERIALISMO HISTÓRICO» 1. ¿QUÉ ES EL MATERIALISMO HISTÓRICO? [1] Marx y Engels no dejaron escrito ningún tratado general de Materialismo Histórico, aunque el Anti-Dühring pudiera en cierto modo parecerlo. Es precisamente Engels, el autor de ese texto, el que utilizó y divulgó más esta denominación para designar la nueva concepción de la historia desarrollada por Marx y por él mismo, llegando a definirla de esta manera: “...Confío en que la respetabilidad británica, que en alemán se llama filisteísmo, no se enfadará demasiado porque emplee en inglés, como en tantos otros idiomas, el nombre de materialismo histórico para designar esa concepción de los derroteros de la historia universal que ve la causa final y la fuerza propulsora decisiva de todos los acontecimientos históricos importantes en el desarrollo económico de la sociedad, en las transformaciones del modo de producción y de cambio, en la consiguiente división de la sociedad en distintas clases y en las luchas de estas clases entre sí” [SUSC, en OE, t. II, pp. 102-103] En general, cuando se trata de solventar el arduo problema de exponer sintéticamente la teoría marxista de la historia, suele recurrirse a la selección de alguna cita significativa de sus obras donde se condensen, en pocas frases, los aspectos fundamentales. Las más utilizadas, desde luego, proceden de La Ideología Alemana y del Prefacio de la Contribución a la Crítica de la Economía Política. En La Ideología Alemana, obra de juventud conjunta de Marx y Engels, se incluye por primera vez una sinopsis de esa visión de la historia, en términos como los que refleja esta larga cita:
En este texto primerizo, que conserva aún evidentes vacilaciones de lenguaje, se formulan ya con nitidez, en todo caso, algunas de las ideas básicas de la concepción materialista de la historia: primacía de la producción de la vida material sobre las relaciones sociales, las formas políticas y las “ideas y representaciones de la conciencia”; determinación de la conciencia por el ser social; necesidad de comprender la historia real al margen de las “especulaciones abstractas” y de analizar en cada caso las relaciones entre la organización social y política y la producción... Se trata de reaccionar contra la visión de la historia como una “colección de hechos muertos”, puramente descriptiva y superficial, a la manera de los empiristas “abstractos”; y sobre todo de rechazar las explicaciones idealistas propias de los herederos de Hegel contra los que se dirige la obra. Quince años más tarde, en el citado Prefacio de 1859, la formulación es ya mucho más directa, contundente y lapidaria:
Como puede apreciarse, se mantienen, en este segundo texto, que no sin razón ha sido calificado de ultraconciso [2] , algunos de los planteamientos esenciales del primero (primacía del ser social sobre la conciencia y de la producción de la vida material sobre las demás esferas), pero además se formula de manera más precisa una concepción de la dinámica histórica basada en la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, así como la idea de una historia que avanza a través de una serie de etapas hasta la superación de los antagonismo sociales y el fin de la “prehistoria humana”. Entre ambos textos, el Manifiesto Comunista establecía una sencilla descripción de la dinámica histórica en términos algo distintos, que parecen enfatizar más el protagonismo humano colectivo:
Sin duda textos como éstos, extraordinariamente sugerentes, en los que se definen esquemáticamente los fundamentos de una nueva concepción histórica, se han utilizado de forma abusiva, olvidando a veces que el propio Marx los consideraba una simple guía para sus estudios o el resultado de principios generales que debían ser sometidos a la comprobación empírica en cada caso. La repetición excesiva de algunos de los más conocidos aforismos o sentencias breves de Marx (sobre contradicciones fuerzas productivas-relaciones de producción o nexos base-superestructura, por ejemplo), o de los quiasmos [3] que inundan toda su obra de juventud (del estilo de el arma de la crítica-la crítica por las armas; o acción sin ideas-ideas sin acción) han contribuido a simplificar en exceso las ideas marxistas, sin tener en cuenta que las formulaciones más rígidas aparecen rara vez, o cuando lo hacen, tienen un marcado carácter literario o de economía de expresión. Probablemente, como afirma Fernández-Buey, a Marx algunas de las metáforas que utiliza “se le han vuelto en contra”, contribuyendo a deformar su pensamiento [4] . Para comprender realmente la visión marxiana y su extraordinario carácter renovador [5] , más allá de las frases ingeniosas o brillantes que sin duda Marx sabe prodigar como nadie, habría que tener en cuenta varias cuestiones. En primer lugar, que Marx no es historiador en sentido estricto, pero ha impregnado toda su obra de elementos y componentes históricos e intercalado análisis con especial contenido histórico; esto es así desde el Manifiesto Comunista hasta El Capital. Según el historiador marxista francés Pierre Vilar, el Manifiesto puede considerarse una obra maestra de historia-síntesis, de historia-explicación, y La Ideología Alemana “no es un libro de historia, pero es con seguridad una obra de historiadores”, y algo parecido sucede con El Capital; en sus escritos sobre España, por citar otro ejemplo, Marx no se propone hacer una historia de este país, pero sí “pensar históricamente sobre España”. Hobsbawm, coincidiendo básicamente en el sentido de estas apreciaciones, recuerda que Marx rara vez elabora trabajos históricos, pero “siempre escribió con un sentido histórico” [6] No puede decirse, en rigor, que el interés histórico de Marx haya decrecido desde su juventud hasta su madurez, pese a la opinión de otro historiador marxista, Edward P. Thompson [7] . En El Capital, por ejemplo, se encuentran capítulos más directamente históricos (sobre la evolución de la jornada de trabajo, la acumulación primitiva, etc.), pero –señala nuevamente Pierre Vilar- más difícil, y también mucho más significativo, es buscar la historia allí donde voluntariamente se oculta, donde veinte años de investigación y reflexión se condensan en veinte páginas aparentemente abstractas; de hecho, en los primeros años de los partidos socialistas, se consideraba El Capital sobre todo como una historia del capitalismo, y los capítulos específicamente históricos de la obra a veces se publicaban en ediciones aparte [8] . En segundo lugar, Marx no publicó obras históricas propiamente dichas, aunque, muy interesado por le Revolución francesa, estuvo tentado de elaborar una historia de la Convención [9] . Los trabajos de Marx más históricos son de historia reciente o de carácter periodístico, como El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, La guerra civil en Francia, sus escritos sobre España, etc. Muchos datan de los años posteriores a las revoluciones de 1848, cuando, como se ha señalado, Marx adquiere realmente una perspectiva histórica mundial. Además, en ellos se pueden apreciar algunos rasgos significativos de la visión histórico-social de Marx, como la importancia de las interrelaciones entre los diversos aspectos de la realidad histórica, la función de las clases y la lucha de clases, la complejidad de las estructuras sociales (frente a esquemas demasiado mecánicos), el papel (matizado) de lo político-ideológico o la influencia en el individuo de las condiciones sociales. En tercer lugar, la consideración histórica de los fenómenos en la obra de Marx, va unida al rechazo de la ideología burguesa, que pretende presentar como eterno y natural aquello que es estrictamente histórico. Éste era el reproche general que hacía a la Economía política clásica, algunos de cuyos logros aceptaba: “Los economistas razonan de forma singular. Para ellos no hay más que dos clases de instituciones: unas artificiales y otras naturales (...). Las instituciones del feudalismo son artificiales y las de la burguesía son naturales (...). Al decir que las actuales relaciones –las de producción burguesa- son naturales, los economistas dan a entender que se trata precisamente de unas relaciones bajo las cuales se crea riqueza y se desarrollan las fuerzas productivas de acuerdo con las leyes de la naturaleza. Por consiguiente, estas relaciones son en sí leyes naturales, independientes de la influencia del tiempo. Son leyes eternas que deben regir siempre la sociedad. De modo que hasta ahora ha habido historia, pero ahora ya no la hay” [MF, p. 104]. Sentido semejante tienen sus observaciones por ejemplo acerca del carácter histórico – no natural- de las necesidades (en Trabajo asalariado y capital) [TAC, en OE, t. 1, p. 87]; o bien consideraciones de este estilo recogidas en ese mismo escrito: “Un negro es un negro. Sólo en determinadas condiciones se convierte en un esclavo. Una máquina de hilar algodón es una máquina para hilar algodón. Sólo en determinadas condiciones se convierte en capital” [TAC, en OE, t. 1, p. 87] Condiciones que son, obviamente, históricas. En cuarto lugar, el acercamiento histórico no excluye en Marx la perspectiva estructural. Se ha discutido mucho acerca de la primacía de una u otra en Marx. En cualquier caso, como señala Henri Lefebvre, “poner el acento sobre la estabilidad, sobre la permanencia, es lo opuesto al método marxista”, pues “jamás las estructuras pueden consolidarse y afirmarse”, y “la destrucción opera en el seno de las estructuras, desde su nacimiento” [10] . En quinto lugar, dado que Marx aborda multitud de aspectos, muchos de los cuales no desarrolla, cabe plantearse –más por interés actual que por interpretar fielmente a Marx- no sólo lo que Marx dice, sino los caminos que abre, los que permite abrir o los que obstaculiza o dificulta. Para Pierre Vilar, en una visión tal vez optimista en exceso, Marx abre todas las vías y no cierra ninguna, y habría estado encantado de poder utilizar, por ejemplo, el Psicoanálisis o los métodos de la moderna Lingüística [11] . Otros, por el contrario, piensan que Marx, al poner un énfasis casi exclusivo en la explotación de clase, oscureció otras formas de desigualdad y dominación, aunque los marxistas actuales intenten ahora abordarlas [12] . En mi opinión, es cierto que el marxismo clásico, tal como ha sido históricamente asumido, ha podido bloquear determinados desarrollos historiográficos potencialmente fértiles; pero lo mismo ha ocurrido con cualquier otra teoría de la historia, en igual o –generalmente- en mayor medida; y el marxismo, salvo en el caso de perspectivas netamente idealistas, de difícil o imposible encaje, es capaz de asumir y enriquecer la mayoría de los nuevos campos temáticos y muchos de los nuevos planteamientos (la historia de las mujeres o de los movimientos sociales, por ejemplo), renovándose y enriqueciéndose a su vez, y ofreciendo además para ello la perspectiva dialéctica y totalizadora de la que otras tradiciones teóricas carecen.
[1] Las referencias bibliográficas las incluimos a pie de página por su autor y año de edición (la relación completa viene al final). En cambio las obras o recopilaciones de Marx y Engels aparecen citadas en el mismo texto, entre corchetes, según las siguientes equivalencias: AC = Acerca del colonialismo; AD = Anti-Dühring; C = El Capital; CC = Cartas sobre El Capital; CCEP = Contribución a la Crítica de la Economía Política; CPG = Crítica del Programa de Gotha; DB = El 18 Brumario de Luis Bonaparte; FEP = Formaciones Económicas Precapitalistas; G = Grundrisse; GCF = La Guerra civil en Francia; IA = La Ideología Alemana; IC = Imperio y colonia. Escritos sobre Irlanda; LCF = Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850; MC = El Manifiesto Comunista; MF = Miseria de la Filosofía; MP = Manuscritos económico-filosóficos o Manuscritos de París; OE = Obras escogidas; OFPE = El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado; SUSC = Del socialismo utópico al socialismo científico; TAC = Trabajo asalariado y capital. Las páginas corresponden a las ediciones que se citan en la bibliografía final. [2] “Esta formulación ultraconcisa requiere que se la amplíe”, subraya el historiador marxista británico E. J. Hobsbawm (1998), p. 167. [3] El quiasmo es una figura retórica que consiste en utilizar de manera seguida dos expresiones paralelas, pero invirtiendo en la segunda el orden de los términos de la primera. [4] E. M. Wood (1984), p. 12; F. Fernández Buey (1998), p. 13. [5] Althusser y sus seguidores han insistido en que Marx descubrió el continente de la historia, planteamiento tal vez algo exagerado; Marx sería el Galileo de la Historia. G. Bueno (1973, p. 19), por su parte, lo compara más con Einstein que con Galileo, pues Marx no habría creado una ciencia (la Historia) que ya existía antes que él, como preexistía la Física a la revolución relativista de Einstein. [6] P. Vilar (1974), (1979) y (1988). . J. Hobsbawm (1983), p. 335. [7] Para Thompson (1981, pp. 100 y ss), en la etapa de madurez, “hay algo en la confrontación de Marx con el economía política que es obsesivo”, y por ello el marxismo quedó marcado, en un estadio crítico de su desarrollo, por las categorías de la economía política”. Por el contrario, P. Anderson (1985, pp. 67-69) piensa, creo que justificadamente, que “la actividad de Marx a partir de 1848 no le alejó (...) de la historia, sino que profundizó más en ella”. [8] F. Andreucci (1980), pp. 77-78. [9] Sobre el interés de Marx por la Revolución francesa, F. Furet (1992). Engels sí elaboró trabajos históricos como La guerra campesina en Alemania (con fuentes de segunda mano) o la etnológico-histórica El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. [10] H. Lefebvre y otros (1975), pp. 10-11; A. Schmidt (1073), p. 126. [11] J. García Martín (1983), p. 126. [12] M. Poster (1987).
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